viernes, 9 de octubre de 2009

Etica del super hombre

Ética del superhombre

Este modelo ético surgió en el siglo XX en la era del pensamiento contemporáneo, como respuesta a los valores morales tradicionales propios de la época medieval. Su principal exponente fue el filosofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900), quien basado en su pensamiento radical, individual y anticlerical, publico su obra denominada la crisis de los valores del siglo XX, donde expone al mundo como un caos de fuerzas animadas por voluntades de poder y cuyo campo de guerra es la vida. En esta obra el filósofo alemán divide a los actores de la sociedad entre dos polos ideológicos, la lucha por el poder y la defensa de la debilidad, dividiendo a los individuos a su vez en dos bandos contrarios “los poderosos y los débiles” o “los amos y los esclavos”. Una visión despectiva y capitalista acerca de la sociedad, que más adelante junto al modelo ético kantiano constituirían el oscuro modelo ético del pensamiento nazi.

Los esclavos, constituían según Nietzsche la mayor parte de la humanidad. En su obra los expone como hombres mediocres que basan su proyecto de vida en las leyes religiosas y la moral común, que los hacía propensos para cumplir muchas funciones inferiores en el sistema social. Los hombres poderosos, constituían según friedrich la raza superior, fundamentada en el desarrollo de su propia personalidad e individualidad en vistas al poder y la grandeza. El hombre capaz de desarrollar este ideal de individuo en busca del poder era considerado como el “superhombre”, ideología que debía consolidarse como el fin último de la humanidad. El superhombre era un individuo motivado por la voluntad de poder a cualquier costo, a cualquier precio, poniendo en juego el maquiavelismo político “el fin justifica los medios”. El superhombre es el centro del conocimiento, es un creador de valores y la muestra de la eticidad perfecta según Nietzsche, que se encuentra por encima del bien y del mal.

Según esta teoría Nietzsche tenía una concepción de sociedad totalmente desequilibrada, donde era importante tener esclavos para surgir como amos en las altas esferas de la época. A pesar de que su padre fue un pastor protestante reprocho fuertemente a la religión, en especial al judeocristianismo, por la alienación y sumisión que causaba en las masas, mientras el trabajaba en el desarrollo de una teoría ego centrista que trataría de esclavizar más adelante muchos pueblos del planeta de una forma totalmente diferente a la religión.
Este modelo negaba la existencia de la conciencia, Nietzsche se negaba a la concepción del bien y del mal por lo cual afirmaba tajantemente “El superhombre debe ser absolutamente personal sin emplear la primera persona”, entonces según esta concepción el hombre es algo que debe ser superado, es un puente no un fin. Un paso más hacia la deshumanización que vive nuestra sociedad actual donde se evidencian las características que Nietzsche le atribuía al frankenstein de su época: El amor al riesgo y a los peligros en busca del poder, típica caracterización del símbolo más preponderante de la sociedad capitalista, el empresario burgués quien busca obtener el poder a cualquier costo: Natural, ambiental o social etc.

El empresario es después de los nazis la representación más profunda de este modelo. Típico representante de su especie: un hombre exitoso a costa del trabajo del pueblo, Un personaje “elegante y responsable”; que toma riesgos sin importarle las nefastas consecuencias en el ámbito social, un individuo dotado de inteligencia que quiere conquistar todos los mercados mundiales y de paso destruir la naturaleza, un pequeño imperialista glotón que quiere apoderarse del mundo constituyendo inmensas multinacionales, que destruyen nuestra soberanía nacional, extermina los pequeños comerciantes de nuestros pueblos y contamina nuestra pluralidad original. Un gran cuadro digno de todo el reconocimiento mundial por su estupidez y ambición, digno de ocupar las portadas de las revistas más “importantes y prestigiosas” del mundo donde se destacan sus escándalos y derroches de fortuna, mientras miles de niños mueren todos los días de hambre en el mundo; todo un modelo a seguir por parte del burdo sistema imperial.

Lastimosamente este modelo se toma nuestros pueblos como una clase de virus consumista y ambicioso esparcido por los padres del capitalismo, los dueños del poder y los integrantes de la estructura que son los superhombres de la modernidad, aquellos individuos “honorables” que describía en sus obras como los únicos capaces de dominar el mundo, de someter a las masas religiosas y de poseer el poder. Esos mismos hombres que en medio de su nihilismo veía como los dioses de su mundo, aquellos hombres, que planean guerras, crean pandemias, realizan holocaustos, efectúan matanzas, generan desplazamientos, dividen pueblos, crean armas, explotan niños, violan mujeres, venden a sus hijos y matan a sus madres.
Ojala Nietzsche pudiera observar la acogida de su teoría. Odiaba la religión y no creía en la existencia de DIOS, pero esos, sus superhombres se forjaron en medio de su ambición un dios el “dinero” aquel que hoy en día es más importante que la naturaleza, por el cual se vuelan montañas, se demuelen cordilleras, se hacen erupciones volcánicas, se explotan reservas forestales, se contaminan fuentes hídricas, se hiere la capa de ozono, se contamina el aire y tal vez muy pronto se acabara el mundo.

Este modelo se forjo en un solo ser con el capitalismo, por lo cual en este sistema los mas importante es el poder, todo tiene un precio todo se compra, se vende o se muere. Las mujeres se prostituyen, los hombres se corrompen, los niños desean tener armas o peor ser grandes empresarios, los bebes se venden, compras un recién nacido por unos pocos pesos y luego te mandan a matar por una gorra y un par de zapatos. Hemos dejado de ser hombres y nos hemos convertido en maquinas que funcionan con dinero, la vida y el amor están a punto de expirar en una lógica de ser o vender, este mundo sin DIOS le falta fe y se le acaba la esperanza; ahora que se puede decir contra la religión… por lo cual hoy podemos afirmar que el mundo está lleno de muchos superhombres y pocos seres humanos.

Poesi Nadaista


LA SALVAJE ESPERANZA

Eramos dioses y nos volvieron esclavos.
Eramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Eramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Eramos felices y nos civilizaron.
Quién refrescará la memoria de la tribu.
Quién revivirá nuestros dioses.
Que la salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma inamansable.

GONZALO ARANGO (1931-1976)

SOCIALISMO: fase primera e inferior de la sociedad comunista. La base económica del socialismo radica en la propiedad social sobre los medios de producción en sus dos formas -la estatal (de todo el pueblo) y la cooperativo-koljosiana, en el sistema socialista de economía nacional sobre la base de la gran producción maquinizada en todas las ramas de la economía, en la supresión de la explotación del hombre por el hombre. El socialismo surge como resultado del cambio revolucionario del régimen capitalista por el socialista. Se establece durante el período de transición del capitalismo al socialismo (ver) mediante las transformaciones socialistas en todas las esferas de la economía y de la cultura. El fin del socialismo es dar satisfacción a las crecientes necesidades materiales y culturales de toda la sociedad y de cada uno de sus miembros sobre la base de desarrollar de manera incesante y planificada la economía nacional, de incrementar ininterrumpidamente la productividad del trabajo social. La economía socialista se apoya en la propiedad estatal (de todo el pueblo), que pertenece al pueblo entero en la persona del Estado, y en la propiedad cooperativo-koljosiana que es una propiedad de grupos, colectiva. La forma más madura, determinante y principal de la propiedad social unida al nivel más alto de socialización de su producción y a un elevado grado de organización del trabajo es la propiedad del Estado. Bajo su influjo y con su ayuda la agricultura se transforma en consonancia con los principios socialistas (ver Plan cooperativo de Lenin). Correspondientemente a las dos formas de propiedad la economía de la sociedad socialista consta de dos sectores: el estatal y el cooperativo-koljosiano. El primero comprende todas las empresas del Estado en la industria, en el transporte, en las comunicaciones, en la agricultura (sovjoses) y en el comercio. El sector cooperativo-koljosiano se compone de los koljoses y de las cooperativas de consumo. En oposición al modo capitalista de producción -bajo el cual los procesos económicos transcurren de manera espontánea en medio de la anarquía de la producción y de una enconada lucha competitiva, con sus secuelas: saqueo y despilfarro de la riqueza nacional, depauperación de los trabajadores- el socialismo asegura un proceso planificado e ininterrumpido de la reproducción ampliada, ritmos rápidos de desarrollo de la economía nacional, aumento del bienestar de las masas populares. El socialismo es la fase primera e inferior de la sociedad comunista. Esto significa que el estado de las fuerzas productivas de la sociedad y el nivel de la productividad del trabajo social no permiten aún satisfacer las necesidades de las personas según el principio comunista de distribución. Bajo el socialismo, se conservan la producción mercantil y las relaciones monetario-mercantiles, se utilizan la ley del valor, el cálculo económico, el dinero y la circulación de mercancías. También se conservan las diferencias esenciales entre la ciudad y el campo, entre el trabajo intelectual y el trabajo físico (ver). El socialismo no está libre de supervivencias del capitalismo -de cuya entraña ha salido- en la economía y en la conciencia de los hombres. En la sociedad socialista, el trabajo, liberado de la explotación del hombre por el hombre, no se ha convertido aún en la primera necesidad vital de los hombres. A todo ello se debe que, bajo el socialismo, sea necesario mantener en vigor la ley económica de la distribución de los bienes materiales con arreglo a la cantidad y a la calidad del trabajo invertido por cada trabajador, establecer el control social sobre la medida del trabajo y la medida del consumo. Las distintas formas de interés material (personal y colectivo) son de esencial importancia para el crecimiento y perfeccionamiento ulteriores de la producción socialista, para elevar la productividad del trabajo social, para incrementar el bienestar de los trabajadores. En la economía del socialismo, las contradicciones no presentan carácter antagónico, se superan según un plan, haciendo que avancen los sectores rezagados, perfeccionando las formas y los métodos de dirección y planificación de la economía, buscando reservas y utilizándolas mejor, estimulando la actividad creadora de las masas trabajadoras. El modo socialista de producción se estableció por primen vez en la Unión Soviética. Se está construyendo en varios países de Europa, de Asia y de América en el decurso de la edificación socialista. Actualmente, en la U.R.S.S. se lleva a cabo la transformación gradual del socialismo en comunismo. Durante los años 1961-1980 se creará la base material y técnica del comunismo (ver), se fundirán las dos formas de propiedad socialista en la propiedad comunista única de todo el pueblo; la productividad del trabajo alcanzará un elevado nivel; el trabajo que dispondrá de una técnica altamente productiva, se convertirá paulatinamente en la primera necesidad vital del hombre. Todo ello creará las premisas reales para que las relaciones socialistas de producción se transformen en comunistas, para que se instaure el modo comunista de producción, que trocará en realidad el principio del comunismo: "De cada uno, según su capacidad; a cada uno, según sus necesidades".

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de Borísov, Zhamin y Makárova

viernes, 25 de septiembre de 2009

SI EL NORTE FUERA EL SUR

NADAISMO

Nadaísmo

El Nadaísmo, es una corriente filosófica y literaria que nace en la decada de los años sesenta en Colombia, como respuesta a la imposición cultural del academicismo en la mayoría de los estamentos políticos, sociales y religiosos. En Nadaísmo coincide con varios movimientos vanguardistas que se desarrollaban al compas de música con contenido social, vestimentas informales, teatro callejero y una experimental expresión pictórica de color y formas. Mas que todo, el Nadaísmo como corriente vanguardista es una interpretación de la existencia humana.
Hay quienes ven en el Nadaismo la interpretación latina del Existencialismo, movimiento filosófico que trata de fundar el conocimiento de toda realidad sobre la experiencia inmediata de la existencia propia.

Gonzalo Arango (1931-1976) fue su principal impulsor, y en torno a su discurso se situaron jóvenes como: German Espinosa, Eduardo Gómez, Jaime Jaramillo Escobar, Mario Rivero, José M Arango y muchos otros, que con diferentes propuestas culturales enriquecieron el movimiento. Un desgraciado accidente de automovilismo segó la vida de Arango y de varios de sus compañeros, dejando huerfana e inconclusa su obra.


RUEGO A NZAME

Dame una palabra antigua para ir a Angbala,
con mi atado de ideas sobre la cabeza.
Quiero echarlas a ahogar al agua.

Una palabra que me sirva para volverme negro,
quedarme el día entero debajo de una palma.
Y olvidarme de todo a la orilla del agua.

Dame una palabra antigua para volver a Angbala,
la más vieja de todas, la palabra más sabia.
Una que sea tan honda, como el pez en el agua.

¡Quiero volver a Angbala!

Jaime Jaramillo Escobar



AMANECER

Mi soledad huele a húmeda sombra
La noche de las brujas se esconde en los tupidos bosques
Bajo las alfombras agonizan los gnomos
Mis brazos están todavía curvados por tu cuerpo.
Recomienza la vigilia y renace la muerte.

Alguien camina sin rumbo soñando con un pan
Anochece el día de las bombillas rojas en los sótanos
El crepúsculo perpetuo de las grandes fábricas se toma sonoro como un río
Un niño desnudo contempla los frutos del huerto
El día galopa como un caballo blanco
La luz implacable persigue tu recuerdo hasta aplastarlo
Contra los rascacielos deslumbrantes reclinados contra el cielo.

Eduardo Gómez



EN LA EDAD SOMBRÍA

somos los hombres al borde del abismo
somos los hombres de la edad sombría
somos los hombres al borde del abismo
donde siempre hemos estado y estaremos
y no es abismo sino pantano espeso
somos los hombres de la edad sombría
más cerca del fin y lejos del principio
y no es abismo sino pantano espeso
donde siempre hemos estado y estaremos
hundiéndonos cada vez más hondo
en la densa manigua de la edad sombría.

Nicolás Suescun

capitalismo salvaje y globalizacion en la periferia...

Filosofía, Cultura y Sociedad

Capitalismo Salvaje y Globalización en la Periferia. Reflexiones en torno a La Ciudad de la Alegría



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Por Gerardo Blas
Número 43

Los países de Oriente se han puesto nuevamente en la mira de los medios y de los organismos internacionales. Los tsunamis de diciembre pasado han revelado otra vez las grandes carencias y desigualdades que pesan sobre amplios sectores de la población de países como Tailandia, Indonesia, India. Carencias que se han vuelto más graves por la destrucción provocada por estos fenómenos naturales. Tal pareciera que la naturaleza se ensaña con los que ya de por sí padecen problemas añejos. La ayuda organizada está fluyendo para aliviar en algo este gran golpe a la población de esa región del planeta. Y ante esto surgen varias preguntas. Una de ellas gira en torno al porqué la solidaridad internacional sólo se expresa en situaciones de desastre evidente. No quiero decir con esto que no debiera solidarizarse el mundo ante países que sufren una desgracia de este tipo. Lo que quiero transmitir es ¿por qué no se buscan mecanismos de solidaridad más amplios que no sólo incluyan ayuda de emergencia ante grandes desastres sino también a paliar situaciones de atraso y miseria que parecieran inherentes a los proyectos de desarrollo capitalista? ¿Quién ayuda a los damnificados del desarrollo?

Precisamente, a partir de esta inquietud es que quiero realizar algunos comentarios tomando como pretexto una novela de Dominique Lapierre, La Ciudad de la Alegría, la cual, como sucede con toda buena novela-documento, puede ser comentada desde distintos puntos de vista. Desde un enfoque humano y filosófico es una obra que nos llama la atención acerca de la solidaridad humana en tiempos críticos y acerca de la búsqueda de la felicidad más allá del éxito económico y la posesión de bienes materiales.

La gente que Dominique Lapierre describe en esta obra es gente pobre –pobrísima– pero feliz en un sentido que no se encuentra fácilmente en los barrios altos o medios de otros países más prósperos. La supervivencia se convierte en una hazaña cotidiana para los pobladores de los numerosos barrios pobres de la India, protagonistas múltiples de este texto de Lapierre. Pero la hazaña de la supervivencia en lugares como los slum de Calcuta, es compartida por personas que, debido a nobles sentimientos e ideales elevados, elige vivir entre los desheredados del mundo y compartir con ellos sus dichas e infortunios, aun teniendo la posibilidad de vivir cómodamente en sus lugares de origen. Tales son los casos del médico norteamericano (Max Loeb) originario de Miami, del sacerdote Paul Lambert que llegó de Francia, así como de la figura magna e increíble de la Madre Teresa.

Desde un punto de vista sociológico e histórico el ambiente que describe el autor es el de un país tercermundista (la India de los años posteriores a la segunda guerra mundial) que intenta adaptarse al mundo moderno y paga caro el intento, tal como ha sucedido a otros países pobres, que además han padecido la explotación colonialista en su suelo.

Lapierre nos cuenta del gradual empobrecimiento de las familias rurales indias y su consecuente emigración a las grandes ciudades, en donde hace tiempo ya se ha terminado el sueño de la riqueza posible. Con este proceso se da también la desarticulación de los grandes núcleos familiares, rurales y tradicionales, que pasan a convertirse sólo en una referencia nostálgica de los individuos, envueltos en las relaciones sociales y laborales del mundo moderno. Describe, pues, la trágica e inevitable confrontación entre el campo y la ciudad, en donde el eterno perdedor es el campo atrasado, arrastrando a gran parte de la sociedad en este proceso.

En este mundo que transita entre la tradición y la modernidad, que vive simultáneamente entre el progreso y el atraso, es fácil encontrar situaciones de drama humano que representa esta lucha entre diversas maneras de concebir la economía y las relaciones sociales, como cuando nos narra la llegada de los productos de plástico a una aldea hindú, hecho que asesta un golpe mortal al alfarero del pueblo, y destruye tanto una economía familiar, como una serie de relaciones entre los habitantes de un pueblo y su alfarero, pues hay que recordar que en la sociedad tradicional hindú un determinado oficio se practica hereditariamente, de acuerdo a la casta, y así un oficio importante deja de existir por la competencia de los productos elaborados en serie en las fábricas de las ciudades.

El recuento de los horrores del capitalismo salvaje puesto a la práctica en este país alcanza niveles de barbarie, como el trabajo infantil, mal pagado y sobreexplotado; la venta de la propia sangre para malcomer unos cuantos días, o la comercialización clandestina de infantes, órganos humanos y placeres sensuales, cuya cuota más alta es aportada por las clases más míseras y depauperadas. Sumado a esto tenemos la corrupción policíaca y burocrática, el estancamiento económico y los desastres naturales –monzones, sequías, agréguense tsunamis – que hacen que la sociedad india se vea atrapada ocasionalmente por problemas que parecen no tener solución.

La convivencia entre grupos sociales que practican credos diferentes, con costumbres diversas y cosmovisiones distintas, es otra pincelada del mundo de la India que brinda el autor. A pesar del gran trauma de la partición –y quizá por eso mismo– la sociedad hindú ha aprendido, al menos en los barrios bajos donde vive la gente común, a ser tolerante con su vecino próximo, sea musulmán, hindú, budista, judío o cristiano.

Son también dignos de analizarse los altos contrastes existentes en este país. Uno no deja de sorprenderse ante el hecho de que mientras gran cantidad de personas pasan hambre y carecen de servicios básicos, el gobierno sea capaz de gastar fuertes sumas de dinero para obtener una bomba nuclear, o que en lujosos hospitales se afanen por obtener niños de probeta, mientras que en las calles de las grandes urbes la realidad pareciera indicar que si hay algo que sobra son, precisamente, los niños, en un país asolado por la sobrepoblación, en el cual los infantes mueren cada día por problemas de desnutrición o la carencia de un buen sistema de salud.

En estos inicios de año se realizaron las reuniones globales de Davos, Suiza, y de Porto Alegre, Brasil. No deben olvidarse las ventajas del capitalismo global, pero no hay que olvidar su lado salvaje, sobre todo en los países que continúan formando parte de lo que alguna vez se consideró la periferia.


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Mtro. Gerardo Blas Segura
Profesor del Departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, México.
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